Por Antonio Padilla Corona
Una de las principales acciones gubernamentales
promovidas por el general Plutarco Elías Calles como presidente
de México en el período 1924-1928, fue la de apoyar proyectos
de irrigación en el país, pues consideraba que en la medida
en que se produjeran alimentos provenientes del cultivo del campo mexicano,
nos independizáramos económicamente del extranjero, además
de que con el autoabasto alimenticio se colonizarían aquellas
áreas de la república hasta entonces despobladas, como
acontecía principalmente en la frontera norte.
En Baja California, dicho problema se
agudizaba más porque a la despoblación mexicana se sumaba
el que prácticamente las tierras del distrito estuvieran en manos
de poderosas compañías extranjeras, en especial los valles
de Mexicali y San Quintín.
El general Abelardo L. Rodríguez,
gobernador del distrito en esta época, consciente de esta problemática
y de acuerdo con la política federal establecida, emprendió
la tarea de averiguar las posibilidades de captación de corrientes
de agua en las zonas con potencial agrícola, como lo fueron los
valles de: Mexicali, San Quintín, San Ramón y Tijuana.
En vista de que el erario local no pudo
sufragar los fondos económicos requeridos para las obras de irrigación
en los valles de San Quintín y San Ramón, el gobierno
decidió dar especial atención al proyecto del valle de
Tijuana, en el que se incluyó la construcción de la presa
Rodríguez.
Como antecedente de los estudios emprendidos
por el general Rodríguez para aprovechar los escurrimientos pluviales
de la región, es importante mencionar la propuesta que hizo el
norteamericano Ruben Robert en 1912, en representación del señor
A. H. Frost, vicepresidente del banco Merchants National, de San Diego,
California. Robert solicitó a la Secretaría de Fomento
Colonización e Industria, la concesión para aprovechar
las aguas del arroyo de Tijuana para uso doméstico y de riego
en beneficio de los habitantes del pueblo. Propuso construir las presas
que fueran necesarias con el objetivo de retener los escurrimientos en
el área delimitada al noroeste por el rancho Cerro Colorado;
al sur por Cueros de Venado, y al este por el rancho Poza del Encino.
Comparando estas colindancias con planos recientes, vemos que la región
coincide con el actual vaso de almacenamiento de la presa Rodríguez.
La idea de Robert era que se le permitiera
vender el agua por él obtenida, sujetándose al plazo y
demás requisitos que las leyes mexicanas le marcaran. A cambio,
se comprometía a proporcionar el líquido, tanto para regar
5,000 hectáreas de terrenos cercanos al cauce, como para su utilización
en el pueblo. Además, Robert agregaba que en caso de sequía
suministraría bombas especiales para extraer el agua del lecho
del arroyo, de modo que no faltara mientras fuera requerida. Desafortunadamente
tal proyecto no se llevó a efecto. No sabemos las razones que
impidieron su realización; probablemente tuvo que ver la incertidumbre
que prevaleció en el país como consecuencia de los acontecimientos
de la Revolución en esa turbulenta década. Lo que sí
queda patente en la solicitud referida, es la visión de los empresarios
al arriesgar gran parte de sus capitales en un proyecto un tanto utópico,
tomando en consideración que la población de Tijuana en
1910, según el censo, fue de 733 habitantes y su panorama urbano,
a primera vista, no era muy halagador. Tuvieron que pasar dieciséis
años, en plena época de la Ley Seca en Estados Unidos,
para que dicha inquietud fuera retomada por el general Rodríguez,
ahora sí, materializándose en un proyecto y obra no menos
ambicioso que el anterior.
Tijuana, en 1928 -tiempo en que oficialmente
se le denominaba “ciudad Zaragoza” contaba con 8,000 habitantes,
y debido, por un lado, a su cercanía con el estado de California,
uno de los más ricos y prósperos de la Unión Americana,
y, por el otro, a su desafortunada desvinculación con el centro
del país, día con día aumentaba su dependencia
del vecino del norte, principalmente a través del turismo y sufría
“las contingencias aleatorias que dicha actividad muy a menudo
provocaba”.
La base económica de Tijuana, proveniente
del turismo, era considerada un tanto inconsistente a pesar de que la
población pasaba por un período de auge económico,
debido a la implantación de la Ley Seca en Estados Unidos desde
1920. Por tal motivo, se trató de contrarrestar en lo más
posible, tanto la inconsistencia de los beneficios derramados por el
turismo, como los factores naturales de escasez de lluvias en la región,
con un ambicioso proyecto hidráulico, que además de comprender
la construcción, en sí, de la presa Rodríguez,
incluyó una serie de obras complementarias que lo convirtieron
en uno de los primeros proyectos urbanos de carácter integral.
En la justificación del proyecto, el gobernador Rodríguez
señaló que con esta cuantiosa inversión se buscaba:
lograr la estabilidad económica a través del desarrollo
de la agricultura local, el aumento de población de origen mexicano,
la protección contra las fuertes avenidas del río Tijuana
en época de lluvias, y el abastecimiento de una fuente segura
de agua potable.
Cañón
de García, visto de norte a sur antes de la construcción
de la cortina de concreto.
Además, aunque esto no se dijo, también influyó
el deseo de beneficiar a sus socios y amigos inversionistas norteamericanos,
al proporcionarles el preciado líquido justo en el sitio donde
se requería, es decir, en el lujoso y famoso casino e hipódromo
de Agua Caliente. Recordemos que en 1926 el general Rodríguez
compró a Alejandro Argüello una fracción del rancho
de Tía Juana que incluía los manantiales de Agua Caliente.
Este lugar gozaba de fama internacional como atractivo turístico
desde fines del siglo pasado. El nuevo propietario, junto con sus socios
capitalistas, obtuvo permiso federal para explotar el balneario y para
tal fin constituyó la Compañía Mexicana de Agua
Caliente el día 4 de julio de 1927.
Esquema
que muestra la falla geológica en el cañón de García.
A
mediados del año siguiente se hizo realidad el casino y centro
turístico, que por más de un lustro proporcionó
fuertes utilidades a sus propietarios. En 1929 se agregó el hipódromo
en un terreno contiguo a la propiedad del general Rodríguez.
Hacemos hincapié en el hipódromo porque fue justamente
en este sitio donde se suministró el agua de la presa en un principio
y sólo algunos años después fue posible su conducción
hasta la población de Tijuana, como originalmente se había
previsto.
Arco
de concreto.
El proyecto de la presa Abelardo L. Rodríguez,
elaborado en 1927, comprendió un análisis geológico
pormenorizado del valle de Tijuana y estudios socioeconómicos
muy completos, en los que se incluían costos de cultivos de avena,
trigo, forrajes, garbanzo, papa, etcétera; rendimientos de cosechas,
precios por tonelada y utilidades por hectárea, tomando en consideración,
para ello, 2,230 hectáreas fértiles que se pretendía
obtener con el sistema de riego artificial propuesto. Otros elementos
tomados en cuenta en el proyecto fueron los medios de transporte para
movilizar el producto agrícola obtenido de la región,
así como la factibilidad de llevarlo a los mercados nacionales
y extranjeros para su rápida comercialización.
Contrafuerte,
arco y terreno.
A
continuación mencionaremos los aspectos más importantes
de la construcción de la presa Rodríguez, que nos permitirán
valorar su magnitud y trascendencia, tanto para la época en que
se fabricó, como en la actualidad.
Construcción
de contrafuertes y losas de concreto.
La
elección del sitio
Ya
establecida la necesidad de aprovechar los escurrimientos pluviales
de la región y, por lo tanto, de la construcción de la
presa para tal fin, el paso siguiente era definir su localización
idónea. Para ello se consideraron múltiples factores,
entre los cuales sobresalen ¿cómo captar más agua?
y ¿cómo aprovechar al máximo la superficie de cultivo?
Así, entre más cercana se construyera la presa a la población
de Tijuana, se podrían almacenar mayor número de escurrimientos
pluviales; sin embargo, se reduciría cada vez más el área
de cultivo beneficiada con el riego del agua proveniente de la presa.
Por tal motivo había que decidirse por un lugar que al mismo
tiempo de permitir una mayor capacidad de captación de las aguas
derramadas en los cerros de alrededor, hiciera posible suministrar dicha
agua a un mayor número de hectáreas susceptibles de cultivo.
Detalle
de los contrafuertes. Arriba, a la derecha, las oficinas de la compañía
constructora.
Construcción
de los contrafuertes, Al fondo, el vaso de almacenamiento vacío.
Al respecto, en el año de 1927
se hicieron levantamientos topográficos en los estrechamientos
que se conocen con los nombres de Cancio superior y Cancio inferior;
valle de las Palmas y en el cañón de García, poco
antes de su unión con el arroyo proveniente de Matanuco. En estos
trabajos técnicos participaron la Secretaría de Agricultura
y Fomento y la empresa norteamericana J. G. White Engineering, empleada
por el gobierno del distrito norte de la Baja California, cuya dirección
estaba a cargo del ingeniero Charles P. Williams. Para la construcción
de la presa se eligió el estrechamiento denominado cañón
de García, situado a poco menos de 20 kilómetros al sureste
de Tijuana. Este sitio, además de cumplir con los requerimientos
antes citados, se encuentra próximo al camino a Mexicali y, aún
más importante, a la línea de ferrocarril San Diego-Arizona,
subsidiaria del ferrocarril Sudpacífico.
Detalle
de las cimbras de concreto de los contrafuertes, vistos desde el norte.
El
vertedor de demasías visto desde la oficina administrativa.
(*) Fuente:
Historia de Tijuana, edición conmemorativa del centenario de
su fundación, capítulo IX, Tomo II, Universidad Autónoma
de Baja California, Centro de Investigaciones Históricas UNAM
UABC, Tijuana, Baja California, 1989.
Selección
del tipo de presa
Los estudios preliminares de las condiciones
del terreno demostraron que era imposible construir la cortina de la
presa a base de roca y tierra. Los flancos rocosos de la cañada
se consideraron inadecuados para el tipo de arco de concreto, ya que
a una altura mayor los contrafuertes fabricados de este material habrían
requerido un volumen excesivo. La inconsistencia de la roca del subsuelo
del lecho del arroyo, imposibilitó el tipo de concreto de gravedad
por la gran presión que iba a provocar sobre la débil
base. También el proyecto de arcos múltiples se eliminó
por las condiciones especiales de los contrafuertes y por la posibilidad
de que al registrarse temblores, se dañara gravemente la estructura.
Finalmente, los ingenieros se decidieron por la presa tipo Ambursen,
básicamente compuesta por una estructura de concreto articulada
de losas inclinadas a 45° y apoyadas en contrafuertes independientes unos
de otros, de tal manera que cualquier movimiento en alguno de ellos,
no afectaría al resto de la estructura.
Contrato
El 27 de febrero de 1928, el general Abelardo
L. Rodríguez, gobernador del Distrito Norte de la Baja California,
firmó el contrato para el diseño definitivo y construcción
de la presa, con la Ambursen Dam Company, que tenía oficinas
en Nueva York y San Francisco. Tres meses después se iniciaron
los trabajos de excavación. Originalmente, la construcción
de la presa se había programado para ejecutarse en un período
de 20 meses; es decir, su terminación estaba prevista para fines
de 1930; sin embargo, como veremos más adelante, debido a problemas
en el subsuelo se demoraron los trabajos varios años.
Otro
aspecto del vertedor, visto desde el lecho del río.
Excavaciones
En las excavaciones preliminares se llevaron
a cabo una serie de sondeos en la base del arroyo y sus costados, con
el objeto de determinar la resistencia de los materiales. De nueve pozos
que se excavaron, cinco mostraron resultados satisfactorios; no así
los restantes, que dejaron al descubierto materiales desintegrados,
además de una falla geológica de 6 metros de ancho. Dichos
descubrimientos motivaron que la compañía constructora
solicitara los servicios profesionales de los expertos en geología:
Dr. F.L. Ransome, Dr. Paul Waitz, consultor de la Comisión Nacional
de Irrigación de México, y Andrew J. Wiley.
El objeto de la consulta fue verificar, sin lugar a dudas, la factibilidad
de continuar en dicho sitio con el tipo de presa seleccionado.
Armadura
y planchas del recubrimiento de la compuerta.
Los problemas que más preocupaban
a los ingenieros fueron las posibles filtraciones de agua bajo la cortina
de la presa, la adecuada resistencia para la cimentación, su
profundidad, extensión y la amenaza de perturbaciones sísmicas
en el futuro.
Las condiciones desfavorables del subsuelo obligaron al contratista
a continuar las excavaciones hasta una profundidad de 90 metros en ciertos
puntos. Cabe mencionar que se tuvieron que sustituir los métodos
tradicionales usados en excavación continua, por el de pozos
que requirieron refuerzos de madera según procedimientos y técnicas
mineras.
El
vertedor terminado.
A mediados de noviembre del mismo año,
se hicieron más inspecciones sobre la nueva excavación,
en la cual participaron los ingenieros Messrs, Wiley y Ransome. La opinión
de dichos expertos coincidió con las conclusiones que se habían
hecho anteriormente, y que básicamente
fueron aprobatorias en cuanto a la elección del sitio para la
construcción y el tipo de estructura propuesta. Se decidió,
por lo tanto, que en relación con los problemas planteados por
la geología del lugar, éstos serían resueltos modificando
las características tradicionales en el diseño Ambursen.
Tal fue el grado de innovación, que los resultados finales se
convirtieron en modelo a seguir para el diseño y construcción
de este tipo de presas en el futuro, tanto en nuestro país como
en el extranjero. Ya los norteamericanos habían tenido amargas
experiencias en este campo de la ingeniería hidráulica;
como ejemplo podemos mencionar el desplome de la presa Austin en Texas,
poco tiempo después de su inauguración a principios del
siglo XX.
Limpieza
en el lecho del río
Para la cimentación de la cortina
de concreto, primeramente se limpió todo el material suelto del
lugar hasta llegar a la roca en el subsuelo. Este trabajo fue realizado
por el subcontratista Kuhn and Lang de Los Angeles, California, utilizando
para ello equipo de excavadoras mecánicas y camiones de volteo
para la extracción del material. La roca se encontró a
10.50 metros por debajo del nivel natural del lecho del río.
En algunos tramos se tuvo que excavar a mayor profundidad por motivo
de encontrar materiales fracturados y la falla geológica anteriormente
mencionada. Debido a los contratiempos, al final la excavación
se tuvo que continuar a mano, ya que el contrato con la compañía
había vencido meses atrás.
Instalación
de la tubería de concreto.
Arco
de transmisión de cargas
El mayor problema que se presentó
en el diseño de la presa fue precisamente en la cimentación,
debido a la pobre calidad en ciertas partes del subsuelo y, en particular,
a la presencia de una falla geológica que implicó un reto
intelectual cuya solución técnica constituyó la
característica más peculiar de la presa, y como mencionábamos
en párrafos anteriores, razón por la que se hizo popular
en los medios de investigación en ingeniería.
La solución consistió, básicamente,
en soportar cuatro de los contrafuertes sostenedores de la cortina de
la presa en un enorme arco de concreto de 25 metros de ancho, 80 metros
de longitud y 2.50 metros de espesor, debido a la imposibilidad de hacerlos
descansar en esta parte del suelo, donde justamente se encuentra la
falla geológica. Por lo tanto, los contrafuertes descansan sobre
el arco y éste transmite la carga vertical hacia la roca firme
de los lados, en donde se encontró terreno con mucha mayor calidad
y resistencia, salvando así la falla al centro.
Colocación
del cemento en el canal norte.
Con este tipo de cimentación, todas
las cargas verticales provenientes de los contrafuertes se lograron
transmitir a los sostenes del arco, por lo que fue innecesario cualquier
soporte debajo de él. No obstante, con la idea de lograr todavía
mayor seguridad, debajo del arco se construyeron bloques de concreto
sin refuerzo, denominados “bloques de transición”,
con altura variable de 12 a 15 metros y 50 metros al centro del arco.
El objeto de dichos bloques fue que el arco descansara sobre ellos,
y éstos a su vez sobre el terreno, en caso de que el lecho del
río pudiera soportar la carga. En caso contrario, la bóveda
empezaría a trabajar, transmitiendo las cargas hacia los costados.
En la parte superior de los bloques se tomó la precaución
de pulir y pintar su superficie, que está en contacto con el
arco, de tal manera de evitar su adherencia a él, encima de ella.
Cuarto
de máquinas.
Finalmente, bajo los bloques de transición
se construyó un piso de concreto con espesor variable, que iba
de 60 centímetros a 2.50 metros. Antes de que el piso fuera colado,
en la zona de la falla geológica se construyeron una serie de
pilotes (dentellones) de 90 metros de profundidad y espaciados 7.50
metros entre ellos, para alcanzar a llegar a mejor terreno en el subsuelo.
La presa Ambursen se adaptó
perfectamente a estas modificaciones, por ser uno de los tipos más
flexibles en construcciones de concreto ya que cualquier movimiento
pequeño que pudiera ocurrir en la base no afectaría las
características estructurales del conjunto. Si la falla geológica
se desplazara, uno o dos contrafuertes serían afectados en particular;
sin embargo, en el caso extremo del rompimiento de una sección,
el resto permanecería en su lugar debido a la independencia estructural
entre unos elementos y otros,
con lo cual se retardaría la salida del agua y, por lo tanto,
se evitarían mayores destrozos.
Cortina
La forman losas de concreto con un peso
de 100 toneladas cada pieza, colocadas en forma inclinada sobre los
contrafuertes en ángulo de 45°. El espesor de las losas varía
con la altura, de tal manera que en el fondo miden 1.64 metros y en
la parte más alta 63 centímetros. Las losas se construyeron
por tramos e independientes unas de otras, dejando, no obstante, clavos
y además picando la superficie superior de la junta, con el propósito
de lograr la máxima adherencia e impermeabilidad posible. Los
moldes para el colado del concreto en las losas, se sujetaron a los
contrafuertes por medio de pernos.
Contrafuertes
(machones)
El empuje del agua sobre las losas de
la cortina se transmite a 89 contrafuertes. El espesor de ellos es de
2.36 metros en su parte baja, y de 1.0 metros en la alta. Su espaciamiento
es de 6.71 metros. Para mayor rigidez en el conjunto, en la parte posterior
de los contrafuertes, se diseñaron cuatro series de muros tipo
diafragma construidos entre cada par de los mismos, formando una superficie
ajedrezada. Los contrafuertes se unen horizontalmente por medio de ligas
de concreto. Su figura se asemeja aproximadamente a un triángulo
cuyo lado en contacto con la losa -es decir, hacia el vaso de almacenamiento-
es de 45°. Su lado opuesto es casi vertical. El diseño de
los contrafuertes estuvo a cargo de la misma Compañía Ambursen amparada en cuanto a eficiencia por su amplia experiencia
adquirida en la construcción de más de 200 presas del
mismo tipo, aunque, ninguna de la importancia de la presa Rodríguez.
Vista
interior del cuarto de máquinas.
Vertedor
Forma un solo conjunto con la cortina,
para la que se aprovechó un puerto natural del terreno, situado en el extremo norte de la misma, a unos 100 metros aguas abajo. El vertedor
comprende 10 enormes columnas (pilas) de 2.75 metros de espesor, entre
las que quedan 9 compuertas marca Stoney de 9.15 x 9.15 metros y con
un peso de 49,800 kilos cada una.
Para la instalación de las compuertas
se celebró un contrato con la fábrica alemana Maschinen
Fabric Ausburg Nuremberg, representada en México por Bach and
Doisch, en el cual se incluyó la construcción de las compuertas,
válvulas y tubería.
La inspección de la construcción
se encomendó a la casa Hunt, y como perito para dictaminar sobre
el equipo, se escogió al doctor en ingeniería F.S. Carts
Tarsphen, de Denver, Colorado. Debido a que hubo opiniones diferentes
en cuanto a ciertas modificaciones a los equipos, se nombro al doctor
Guzler de Suiza, como tercer perito.
Introducción
del drenaje en la calle Niños Héroes.
Obras
de conducción
Para su entendimiento hay que dividirlas
en dos áreas: la primera, que corresponde a la distribución
de agua con fines agrícolas; y la segunda, a la distribución
urbana. Respecto al riego para la agricultura, su distribución
se inicia justamente bajo la cortina de la presa, en donde se encuentran
dos aberturas cuadradas de 1.80 metros de lado. Cada uno de estos orificios,
colocados a 12 metros arriba del lecho del río, conectan con
un par de tubos de fierro fundido de 76 centímetros de diámetro,
en los cuales se intercalan válvulas para controlar el flujo
hidráulico. Se necesitaron sólo dos válvulas en
cada orificio;
sin embargo se adaptaron dos más como medida de máxima
seguridad. La capacidad de salida por estas “tomas” es del
orden de 1.5 metros cúbicos de agua por segundo. Cuando la tubería
sale de la estructura de la cortina, entre dos contrafuertes, el tubo
de fierro se conecta a un túnel de 142 metros de longitud que
libra la parte norte del vertedor. De este túnel el agua se conduce
por medio de un tubo de concreto reforzado de 1.07 metros de diámetro
y 1,800 metros de longitud, fabricado con una máquina especial
a disposición de la compañía constructora. Dicho
tubo, a su vez, conecta a dos canales que distribuyen el agua en la
zona agrícola. El canal sur, con una longitud de 10.5 kilómetros
llegaba hasta el hipódromo de Agua Caliente. En su camino proporcionaba
agua para regar por medio de una ramificación de tubos también
de concreto, que en total sumaban 31,300 metros de longitud. Fue fabricado
en sitio con una máquina especial que,
conforme avanzaba, iba dejando las secciones de concreto terminadas.
Ingenieros
directores de la construcción de la presa:
J.L. Frazier, Charles P. Williams y J. Chávez Orozco.
Torres
metálicas, soporte del cable aéreo.
El canal norte, de menor longitud que
el anterior (2.6 kilómetros) surtiría un área agrícola
menor. Este fue fabricado tendiendo una malla de fierro y recubierto de concreto
por medio de la técnica gunite, es decir, cubriendo
el área con concreto rociado de una manguera con aire a alta
presión.
Planta
trituradora al fondo.
Viaducto
de madera para la distribución del concreto.
El canal sur, en su terminación
del hipódromo, conectaría con una tubería de concreto
de 35 centímetros de diámetro, que finalmente conduciría
-por gravedad- el agua hasta la parte sur de la población de
Tijuana, comprendida hoy por la unión de la avenida Revolución
con el bulevar Agua Caliente. En este punto, el agua se concentra en
dos tanques de almacenamiento: uno
de mil metros cúbicos localizado en el centro de la manzana comprendida
hoy por las calles Décima y Once entre Revolución y Madero.
Al lado del tanque se construyó una casa de máquinas que
tenía por objeto bombear el agua a un segundo tanque, cinco veces
más grande que el primero, ubicado en la parte superior de la
loma de la hoy colonia Morelos, frente al cuartel militar. De aquí
se distribuye a la ciudad por la tubería construida por la misma
administración, en una superficie que se extendía desde
la avenida Revolución hasta la F, y desde la calle Primera hasta
la Siete. Anteriormente a la instalación de la tubería
hidráulica, se tendieron las tuberías de drenaje en la
misma zona desde principios del año 1924.
Equipo
para inyección de mezcla.
Campamento
para trabajadores.
Al norte de la ciudad se construyó
el tanque séptico, en donde se colectaban todos los desechos
sanitarios generados por la población. Finalmente, el proyecto
incluyó la pavimentación a base de concreto de 15 centímetros
de espesor en la calle Segunda, la avenida A -hoy Revolución-,
y desde la calle Cuarta hasta la garita número dos del resguardo
fronterizo. La anchura de lo pavimentado era de 5.50 metros y abarcó
una superficie de 35,000 metros cuadrados. Cabe señalar que antes
de 1923 Tijuana no contaba con calles pavimentadas, a pesar de que era
un importante centro de recreo visitado diariamente por miles de extranjeros
desde años atrás.
Trabajadores
en la construcción de la cortina.
Construcción
El contrato para la construcción
de la presa se firmó en febrero de 1928 estableciéndose, entre otras cosas, que el 80 por ciento de los empleados debieran
ser mexicanos. El presupuesto ascendió a 8.5 millones de pesos,
que el gobierno pondría a disposición del contratista
en mensualidades fijas de 120,000 dólares, pero desde enero de
1930 se redujo el gasto mensual a 60,000 dólares. Los sueldos
que se pagaban a los peones eran de 2.25 dólares por día.
Hay que recordar que en esa época el sueldo mínimo era
de 2 pesos por día -es decir, 1 dólar-, y una comida normal
para una persona no costaba arriba de 25 centavos plata.
Trabajadores
entre los contrafuertes.
El gobierno tuvo un departamento de inspección
integrado por dos secciones: la administrativa y la técnica.
El objetivo principal de la sección administrativa era el control
de gastos en todos sus aspectos, incluyendo pagos por compra de materiales,
de acuerdo con las solicitudes que le hacía el contratista, así
como pago de sueldos. En pocas ocasiones se hacían pagos
en efectivo; la forma era por medio de cheques que después de
cobrados se recuperaban por la oficina como comprobantes. La sección
técnica se encargó de que la obra se realizara de acuerdo
con los programas aprobados, registrando el avance y observaciones en
la bitácora de la obra. Esta oficina también se encargó
de suministrar los informes a otras dependencias de los gobiernos federal
y local.
La
Presa recién terminada.
El
vaso de almacenamiento completamente lleno.
Frecuentemente se reunían los consultores
para discutir y resolver los problemas de carácter técnico.
Las reuniones las integraban: el ingeniero consultor residente, Charles
P. Williams, el ingeniero J. Wiley, doctor en ciencias Fred A. Noetzliy
un representante de la Compañía Ambursen, que
fue casi siempre su presidente, ingeniero Spencer W. Stewart. En ocasiones
se unía al grupo el ingeniero Calvin V. Davies, proyectista de
la misma.
El 22 de enero de 1933, por acuerdo presidencial,
la construcción de la presa quedó en manos de la Comisión
Nacional de Irrigación, y se concertó un nuevo contrato
con la Compañía Ambursen, sólo para que ésta
continuara con la elaboración de los proyectos, programas de
trabajo y asesoría general con respecto a la construcción
de la cortina.
A partir de esta fecha hubo modificaciones
en la organización general: la comisión nombró
un gerente, del cual dependían el residente y superintendente.
A la Compañía Ambursen se le autorizó para que
interviniera con su opinión en la designación del superintendente.
Vista
de la cortina desde el norte. Al fondo, el vaso de almacenamiento.
Equipo
Inicialmente
se hizo un gasto de casi 2 millones de pesos en la compra del equipo,
que el contratista juzgó necesario para reducir el costo total
en lo más posible.
Una de las herramientas más útiles
y que dieron gran agilidad a muchos procesos de la construcción,
fue el sistema de cinco transportadores del tipo Lidgerwood,
cada uno con motor eléctrico y capacidad de 12 toneladas; los
otros tres eran manejados con aire comprimido y permitieron el desplazamiento
de equipo y materiales a cualquier punto de la cañada. Su máxima
utilidad se dio en la extracción de materiales de excavación,
transporte de moldes para la estructura, y el movimiento de concreto
de la planta mezcladora directamente al sitio donde se necesitara hacer
el colado.
Visita
de los ingenieros de la Convención de San Diego.
Planta
trituradora
Su construcción se hizo con el
propósito de que los materiales pétreos producto de las
excavaciones -después de reducidos al tamaño adecuado-
fueran utilizados como agregados para el concreto. Posteriormente al
paso del material por la quebradora, se les conducía por una
banda hasta una primera selección de tamaños por medio
de cernidores cilíndricos. De aquí el material sobrante
se pasaba a una trituración secundaria para reducir aún
más el tamaño, y finalmente se conducía hasta el
piso más alto de la trituradora, donde se vaciaba para ser lavado
varias veces y obtener arena. Al efectuarse el proceso, resultó
que los materiales provenientes del arroyo tenían escaso contenido
de arena. Para transportar los materiales ya lavados y separados por
tamaños a las plantas mezcladoras, se utilizaban unas bandas
de hule movidas por un motor eléctrico; es decir, todo este proceso
de trituración, transporte y descarga se hacía en forma automática.
Arriba:
W. Capwell, presidente de la convención, Charles P. Williams
y otro delegado.
Abajo: F. Gómez Pérez, Manuel Quiroz Jr., delegado de
gobierno, y Manuel Fernández Guerra.
Inundación
y puente negro destruido. 1980.
Plantas
mezcladoras de concreto
Para la fabricación de concreto
en la obra, se instalaron dos plantas mezcladoras con revolvedoras de
1.25 metros cúbicos de capacidad. El cemento utilizado en la
producción de concreto se adquirió de la Riverside Cement
Company California. El concreto mezclado se transportaba en una vagoneta
de 1 metro cúbico y luego suspendido en el cable aéreo
para ser colocado en el viaducto de distribución y finalmente
vaciado en la obra. Con tal equipo se vaciaban 300 metros cúbicos
de concreto en una jornada de 8 horas.
Talleres
Su objetivo principal fue el de hacer
las reparaciones necesarias al equipo para mantenerlo en buenas condiciones
todo el tiempo. Los hubo de carpintería, remachado, fragua, mecánico,
etcétera. A un lado del último se acondicionó un
garage con área para mantener en óptimas condiciones a
los camiones de volteo.
Asimismo, se dispuso de un almacén de refacciones, herramientas
y combustibles, para hacer más eficiente la marcha de los trabajos.
Obras
de protección en la parte inicial de la canalización.
1980.
Obras complementarias
A principios de junio se ejecutaron una
serie de obras secundarias, de cuya realización dependía,
en gran medida, la ejecución de la obra principal, que era la
construcción de la presa. Estas obras fueron: la construcción
del campamento para los trabajadores, oficinas, excavaciones y nivelaciones
para la conexión con la vía del ferrocarril San Diego-Arizona
(espuela); el camino de acceso al sitio de la obra; una planta de una
línea de alta tensión proveniente del pueblo de Tijuana,
que, a su vez, era dotado de servicio por la San Diego Light and Power
Company. En la obra se instaló una subestación eléctrica
para reducir el voltaje según su requerimiento. Finalmente se
construyó un viaducto para la distribución del concreto
de las plantas mezcladoras al sitio de colado, tanto en el lecho del
río como en el arco de cimentación. Este consistió
en una doble vía tipo Decauville, sobre un puente de
madera por el que circulaban las carretillas o botes llenos de concreto.
A propósito del campamento -semilla
del futuro pueblo de la presa Rodríguez-, queremos dejar en la
palabra del señor Felipe Cabada León, trabajador de la
construcción y pionero residente de este lugar, una descripción muy interesante al respecto:
A
fines de 1929 y a mediados de 1930 se comenzó a instalar el
campamento por norteamericanos. Empezaron por trazar el camino que
originalmente pasaba por el Cerro Colorado, hacia el sitio de construcción
de la futura presa. Después edificaron algunas casas y levantaron
las carpas; eran unas carpitas para los trabajadores, hechas de madera
y cubiertas con lonas. Instalaron drenaje en todo el campamento, agua
y todos los servicios. La población llegó a ser de 300
familias, pero cuando se terminó la construcción, se
llevaron a gran parte del personal, junto con sus familiares, a la
construcción de la presa de la Angostura de Sonora y sólo
quedaron unas diez o doce familias.
Personal ejecutivo
Como mencionamos anteriormente, los estudios
y proyectos para la construcción de la presa estuvieron, en su
inicio, a cargo de la Compañía Ambursen Dam, dirigida
por su presidente Spencer W. Stewart. A partir de 1933 las obras quedaron
a cargo de la Comisión Nacional de Riego, cuyo director fue el
ingeniero José López Bancalari, y su representante en
Tijuana, el ingeniero José Loreto Favela, responsable directo
de la obra. Sus colaboradores en la elaboración de proyectos
fueron los ingenieros Eduardo Rojas G. y Germán Landa G. Al ingeniero
Loreto Favela, le siguió en el cargo directivo el ingeniero Jesús
Chávez Orozco, a quien le tocó dirigir la construcción
hasta casi terminarla; sin embargo, renunció a su importante
cargo a principios de 1936, aparentemente por no aceptar ciertas indicaciones
técnicas de parte del personal de mayor jerarquía de la
secretaría, las cuales consideraba lamentablemente descartadas.
Por ejemplo, podemos mencionar la decisión de dejar sin revestimiento
de cemento los canales conductores del agua a partir de la presa. A
su renuncia quedó en su lugar el ingeniero Adolfo Orive Alba.
La
Presa Abelardo L. Rodríguez en 1980.
Desde la iniciación de los trabajos,
Charles P. Williams fue el ingeniero consultor encargado de la dirección
técnica. Como ayudantes tuvo al ingeniero Francisco Gómez
Pérez -quien posteriormente fue el ingeniero residente y representante
del gobierno del territorio norte de la Baja California- y al ingeniero
José Gómez Tagle. Fueron superintendentes los ingenieros
Harold J. Hoerd y John L. Frazier. En la sección técnica
del Departamento de Inspección ofrecieron sus servicios los ingenieros
José Chávez Orozco, Luis G. Favela y Enrique Gómez
Segovia. Los dos primeros, probablemente familiares de los dos primeros
directores. Finalmente, en el laboratorio colaboraron los ingenieros
Federico Barona, Germán Landa G. y Antonio Gómez-Pérez.
El
pueblo y la presa Abelardo L. Rodríguez en 1980
Distrito
de riego
El almacenamiento de agua en la presa
Rodríguez se inició el 22 de septiembre de 1936, y en
enero del siguiente año se distribuía el líquido
por los dos canales situados en las márgenes del río.
A partir de la falda del cerro Colorado el canal norte repartía
el agua a 41 parcelas en todo el valle circundante. El canal sur, de
mayor longitud, surtía a 178 parcelas, que posteriormente en
los cincuenta, y a raíz de su transformación de uso agrícola
a habitacional, constituyeron la zona densamente poblada conocida como
La Mesa.
En el mes de mayo de 1937, el distrito
de riego fue entregado al Banco Nacional de Crédito Agrícola
para que se encargara de su colonización, organización
y administración. La gerencia del distrito procedió al
deslinde de los terrenos, tomando como base el plano elaborado para
tal fin, que muestra las siguientes parcelas del distrito de riego número
12. Al recibir el distrito de riego, el banco procedió a elaborar
el Reglamento de Distribución de Aguas y Organización
de los Usuarios y a constituir la Asociación de Regantes.
Los
últimos años
Terminada la construcción de la
presa, se inició el suministro de agua a los dos canales y, posteriormente,
al sistema de distribución en las parcelas agrícolas de
La Mesa. Tijuana, mientras tanto, seguía surtiéndose del
agua proveniente de pozos localizados en las inmediaciones del lecho
del río. Debido a la deficiencia en el suministro del agua y
a la incapacidad de satisfacer la demanda del líquido sólo
mediante los pozos, el teniente coronel Rodolfo Sánchez Taboada,
gobernador del territorio norte de la Baja California, decidió
realizar las obras necesarias para resolver el problema en forma definitiva.
Con el objeto de recabar fondos se constituyó la Junta de Aguas
y Saneamiento, integrada por representantes de la Cámara de Comercio,
Unión de Inquilinos Propietarios de Bienes Raíces, un
representante de la Tesorería General del Estado, otro de
la Dirección General de Obras Públicas y, finalmente,
un delegado de gobierno. Asimismo, se promulgó un decreto en
el año 1940, que gravó con el 10% la propiedad raíz
en su valor catastral. La mayor parte de los propietarios se ampararon
contra el decreto para evitar su pago. Sin embargo, el gobernador continuó
con su propósito e inició la colocación de casi
6 kilómetros de tubería a partir del extremo poniente
del canal sur -en las inmediaciones del hipódromo hasta la pila
Morelos, construida en 1927 durante la administración del general
Abelardo L. Rodríguez.
El ingeniero Jorge Ruiz Fitch, en ese
entonces subjefe de Obras Públicas de la delegación, comenta
al respecto:
En
1940 la construcción de la presa estaba terminada y llena a
su máxima capacidad. El gobernador Sánchez Taboada nos
encargó realizar el proyecto y construcción del tubo
que comunicara el canal sur con la pila Morelos. El trabajo se hizo
con bastante rapidez a petición del gobernador, ya que el agua
escaseaba cada vez más en la población por el descenso
en el nivel de los pozos.
Finalmente llegó el día de su inauguración, el
20 de noviembre de 1940. Estuvieron presentes las autoridades civiles,
militares y el pueblo. A propósito sucedió algo que
nos tomó por sorpresa a todos los presentes en el acto. Al
abrir por primera vez la válvula para permitir la salida del
agua a la pila, con gran asombro presenciamos un chorro mucho menor
del que esperábamos e inmediatamente el gobernador se nos acercó
a preguntar dónde estaba el gran chorro de agua que resolvería
el problema del pueblo. Le explicamos que para dar mayor presión
era necesario colocar motores de bombeo y en este caso sólo
se aprovechó la fuerza de gravedad, por la diferencia de nivel
entre la presa y la colonia Morelos. De cualquier manera no nos libramos
de una buena regañada de parte del gobernador, por haberlo
hecho quedar mal ante los espectadores.
A
propósito de la fama que como obra notable de ingeniería
hidráulica adquirió la presa Rodríguez después
de su construcción, mencionaremos que, en julio de 1941, una
numerosa delegación de ingenieros civiles de los Estados Unidos
-al dar por terminada su 71 convención anual celebrada en la
ciudad de San Diego, California- fue huésped de la Cámara
Nacional de Comercio, del gobierno del territorio y de la Comisión
Nacional de Irrigación de la ciudad de Tijuana. En la mañana
del 26 de julio fueron recibidos en la línea internacional
por las autoridades y comerciantes. Más tarde visitaron el
sitio de la presa, que captó su interés.
De la ciudad de México vino especialmente
para dicha reunión el ingeniero Francisco Gómez Pérez,
con la representación de la Comisión Nacional de Irrigación.
Entre la delegación estadounidense se encontraba el ingeniero
Charles P. Williams, que fue director técnico durante la construcción
de la misma, y debido a su amplia experiencia se permitió dar
una clara explicación a sus colegas estadounidenses. En ese
acto estuvo presente el delegado de gobierno Sr. Manuel Quiroz Labastida,
acompañado del jefe de Obras Públicas del territorio,
ingeniero Manuel Fernández Guerra.
A finales de la década de los
cuarenta, el agua de la presa empezó a descender de nivel por
la escasez de lluvias durante varios años. Sin embargo, un
grupo de norteamericanos se lanzó al experimento de depositar
varias toneladas de diversas clases de peces para su cría en
aguas de la presa. Poco tiempo después se manifestó
el éxito de dicha tentativa al comprobar la multiplicación
de la cantidad original de peces. Entre las diversas clases se encontraban:
boquerón, trucha, bina negra, bagre y mojarra. Gracias al éxito
obtenido se promovió la pesca deportiva, que resultó
ser un gran atractivo tanto para el turismo nacional como extranjero.
En el lugar se instaló una casa club de pesca, además
de restaurante y áreas para el recreo infantil.
A principios de los cincuenta se agravó más la situación
por la prolongada sequía y se requirió, en 1954, prohibir
el uso del agua para fines agrícolas, suministrándose
solamente para uso doméstico. En esta época, los antiguos
poseedores de parcelas de La Mesa transformaron el área agrícola
en habitacional, con el fraccionamiento y venta de los predios.
La Junta de Aguas y Saneamiento operó
hasta 1961. El siguiente año, el sistema de agua quedó
a cargo de la Junta de Agua Potable y Alcantarillado, que se abocó
a la tarea de construir y operar el acueducto de la Misión
hasta 1966, cuando inició sus operaciones la Dirección
General de Obras y Servicios Públicos de Tijuana.
En 1978, con las fuertes lluvias se
reinició el ciclo pluvial de la región y se llenó
la presa, que había permanecido vacía durante varios
años. El ingeniero Arsenio Sotelo Cruz, residente de Control
de Ríos, Ingeniería y Seguridad Hidráulica, dependiente
de la SRH, recuerda aquellos trágicos momentos de 1980 que
vivió la población de Tijuana:
Tenía varios días lloviendo en la región y el
embalse de la presa aumentaba rápidamente, de inmediato intentamos
elevar las compuertas sin obtener éxito, una de las dos grúas
no se pudo encender, los fuertes vientos habían dañado
la línea alimentadora de electricidad. Tratamos de encender
la otra grúa de tipo mecánico, sin lograrlo durante
varias horas por la falta de mantenimiento, ya que hacía más
de 25 años que no llovía en esa forma en Tijuana. Mientras
se trabajaba, el nivel del agua subía hasta alcanzar metro
y medio sobre el labio superior de las compuertas. Finalmente, poco
antes de amanecer, se elevó la primera compuerta y posteriormente
las demás, desalojándose estrepitosamente el caudal
contenido. Poco después se tuvieron que cerrar las compuertas
por los daños que estaba causando el agua a la obra de canalización
del río. Se procedió a proteger esa parte de la obra
y a reabrir las compuertas.
El río causó muchas muertes y daños materiales.
Se había ordenado el desalojo de las gentes que vivían
en el lecho del mismo, por el peligro inminente que corrían,
pero ellos creyeron que era un engaño para despojarlos de su
patrimonio y al persistir en quedarse pusieron en grave peligro sus
vidas.
Después de estos acontecimientos, varios especialistas revisaron
minuciosamente la estructura de la cortina de la presa en busca de
cualquier fisura o deformación estructural y comprobaron las
perfectas condiciones en que se encontraba.
La carencia de agua ha sido un grave problema
urbano desde el nacimiento de Tijuana. La construcción de la
presa Rodríguez constituye uno de los grandes esfuerzos que se
han hecho para resolverlo. Recién inaugurada, se intentó
la racionalización de su aprovechamiento; sin embargo la irregularidad
del régimen de lluvias y el crecimiento demográfico han
impedido que la presa cumpla con el objetivo de proveer de agua a la
población en forma suficiente e ininterrumpida.
Esta dificultad ha significado un reto más entre otros muchos
que los tijuanenses han tenido que vencer en búsqueda de su plena
realización, con lo cual han ido formando su peculiar perfil
fronterizo de hombres de carácter.
Desde otro punto de vista, la construcción
de la presa fue el punto de arranque para el surgimiento de una nueva
población que, después de 50 años, se ha convertido
en una de las más importantes delegaciones del municipio de Tijuana,
cosa que en aquel lejano momento nadie imaginó posible.
Bibliografía y fuentes consultadas
Aguilar Chávez, Salvador. Memoria del distrito de riego de
la presa Rodríguez de Baja California. Comisión Nacional
de Irrigación, 1941.
La presa Rodríguez para el riego en la Baja California. Reimpresión de Ingeniería Internacional, abril, 1931.
Rodríguez,
Abelardo L. Memoria Administrativa 1924- 1927. Mexicali: Gobierno
del Distrito Norte, 1928.
Williams, Charles P. Foundation Treatment at Rodríguez Dam.
Reporte de la American Society of Civil Engineers,
1930. Cortesía de la CESPT.
Periódicos: Hispanoamericano, viernes 3 de enero de 1936, Año XXI,
2834. Renovación, domingo 16 de septiembre de 1934. Heraldo, 26 de julio de 1941; 5 de enero de 1957. Avante,
25 de abril de 1958.
Revista Minerva, febrero de 1947.
Entrevista con los señores: Felipe Cabada León, Ing. Jorge
Ruiz Fitch, Ing. Arsenio Sotelo Cruz, Sr. Heliodoro Gómez.