Por David Piñera Ramírez
El
propósito de este breve texto es proporcionar al lector una idea
global del desarrollo histórico de nuestra ciudad, para que así
tenga una de esas visiones de conjunto, que son tan útiles, aunque
obviamente a “vuelo de pájaro” y fijando la atención
sólo en lo esencial.
Para principiar mencionemos que el área
en que se asienta la ciudad ha estado habitada desde la Época
Prehispánica. De ello hay diversas referencias, algunas de ellas
en crónicas de los primeros misioneros que cruzaron la región,
en su paso hacia el Norte. También existe una serie de elementos
lingüísticos que permiten formular la hipótesis de
que la palabra Tijuana es de origen indígena. Al respecto debemos
aclarar que hay varias explicaciones del posible significado del vocablo,
pero lo que sí está perfectamente documentado es que en
el año de 1809, en el libro bautismal de la misión de
San Diego, se asentó el bautizo de un indígena “de
la ranchería de tía Juana”. Esto hace pensar en
la posibilidad de que el padre que hizo el asiento haya castellanizado
una palabra indígena que no entendió bien.
Desde otro ángulo, procede mencionar
que en 1829 don Santiago Argüello recibió del Gobernador
de ambas Californias, José María Echeandía, título
de propiedad correspondiente al rancho de Tía Juana, amparando
una superficie por el orden de diez mil hectáreas. Tal título
sería posteriormente revalidado por diversas autoridades a lo
largo del siglo XIX, lapso en el que el predio estuvo muy poco poblado,
pues sólo existían pequeños asentamientos rústicos
aislados.
En 1848, al perder México la Alta
California a consecuencia de la guerra con Estados Unidos, se trazó
la nueva delimitación territorial, que dio al Valle de Tijuana
un carácter distinto, pues quedó justamente inmediato
a la Línea Divisoria Internacional. Esta circunstancia, andando
el tiempo, vendría a conformar en lo sustancial su estructura
socioeconómica. Como consecuencia del trazo de la nueva frontera,
el Valle de Tijuana recibe diversos usos: cultivo de la tierra, pastoreo
de ganado, área de tránsito de gambusinos y punto aduanal
de salida de metales extraídos en las minas bajacalifornianas.
Se considera que el inicio del asentamiento urbano de Tijuana fue en
1889, año en que los herederos de don Santiago Argüello
y del Lic. Agustín Olvera, celebraron un convenio judicial, en
el que sentaron las bases para el desarrollo de la actual población
de Tijuana. La zona central de ésta concuerda en lo sustancial
con el plano que se acompañó al referido convenio y como
dicho acto judicial se efectuó el 11 de julio del mencionado
año de 1889, tal fecha se considera la de la fundación
virtual de la ciudad. Ello con el ánimo de tener una fecha para
celebrar y sin pasar por alto que hubo pequeños asentamientos
anteriores, de carácter rural o temporal.
Al principio del siglo XX era un pequeño
conglomerado, con un poco más de 200 habitantes, con la categoría
de Subprefectura Política.
Desde los albores de la población
se anunció su futuro turístico, pues ya en las postrimerías
del siglo XIX venían visitantes de California a presenciar carreras
de caballos y peleas de box, así como a los baños de aguas
termales.
La década de los veintes trajo
acontecimientos trascendentales. La llamada “Ley Seca”,
que prohibió en Estados Unidos la venta de licores, motivó
que numerosos norteamericanos buscarán con avidez en la frontera
lo que se les negaba en su país. Poco tiempo después se
autorizaron en México los juegos de azar, por lo que se abrieron
importantes casinos, como el de la Selva, en Cuernavaca, El Foreign
Club en las afueras del Distrito Federal y Agua Caliente, en Tijuana.
Por ello hay que ubicar esos años dentro de un contexto nacional
e internacional y no concebirlos como un fenómeno exclusivo de
Tijuana. Debe advertirse también, como otra faceta de la ciudad,
que en esos mismos años se construyó el edificio de la
Escuela Álvaro Obregón, considerado en su tiempo como
uno de los mejores planteles escolares de todo el país.
En 1937 las instalaciones del complejo
turístico de Agua Caliente fueron entregadas a la Secretaría
de Educación Pública y por décadas han funcionado
ahí centros de enseñanza, en los que se han formado generaciones
de jóvenes tijuanenses.
Los acontecimientos internacionales de
los años cuarentas tuvieron profundas repercusiones en Tijuana,
fueron los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Por una parte venían
numerosos turistas del vecino país a los centros nocturnos; por
otra parte se incrementó notablemente la migración de
compatriotas provenientes del interior del país, que esperaban
encontrar la solución a sus problemas de desempleo en la frontera
o pasando como braceros a Estados Unidos. Fue así como en esa
década casi se triplicó la población de Tijuana,
pues de 21,977 habitantes que tenía en 1940 se elevó hasta
65,364 en 1950.
Algo que no toman en cuenta quienes tratan
de perpetuar la “leyenda negra” de Tijuana es que a partir
de 1950, aproximadamente, empezaron a declinar los centros nocturnos,
porque va predominando el turismo familiar, lo que ha propiciado la
consolidación de la industria turística, que ofrece variados
y sanos atractivos.
En los últimos años Tijuana
se ha convertido en un fenómeno demográfico de perfiles
sorprendentes. Continúan las fuertes corrientes migratorias del
interior del país. Esto, aunado al crecimiento natural, da por
resultado que Tijuana tenga uno de los índices de incremento
poblacional más alto de América Latina y desempeñe
una función de “esponja demográfica”. Los
demógrafos estiman que actualmente su población es por
el orden de un millón y medio de habitantes, lo que la coloca
entre las primeras ciudades de la República, después del
Distrito Federal, Guadalajara y Monterrey.
En el mismo campo de las cifras mencionemos
que se tienen referencias de que más de 19 millones de turistas
cruzan la línea divisoria en Tijuana al año, lo que significa
un promedio de más de 50,000 visitantes por día, conduciendo
más de 10,000 vehículos. A ello hay que agregar otro sector
de población flotante o semiflotante, constituido por las grandes
cantidades de compatriotas que viven en la ciudad temporalmente, se
pasan a Estados Unidos o se regresan a su tierra.
Todo ello concurre para dar a Tijuana
un perfil muy peculiar, de un conglomerado humano dinámico, multifacético
e internacional. Su ambiente da la sensación de que aquí
se está conformando una población que quizá sea
prototipo de las ciudades que ya se avizoran en el futuro inmediato,
con marcados fenómenos de conurbación, transculturación,
etcétera. Por otra parte, los difíciles problemas de servicios
públicos y urbanísticos que ha confrontado —por
el rápido aumento de sus habitantes—se han venido enfrentando,
en especial a partir de las obras de canalización del Río
Tijuana.
Desde otro ángulo, a consecuencia
de su estratégica ubicación fronteriza, las mafias nacionales
e internacionales han utilizado a Tijuana como vía de acceso
al mercado de drogas más importante del orbe, ya que hay cifras
que muestran que en Estados Unidos hay más de 30 millones de
consumidores regulares de drogas. Eso explica que en los últimos
años Tijuana aparezca frecuentemente en los medios masivos de
comunicación, con una imagen vinculada al narcotráfico
y a la violencia.
Pero también debe advertirse que las inclinaciones de los tijuanenses
debidamente arraigados a su ciudad son muy distintas a esas oscuras
actividades. A manera de ejemplos hay que citar que la ciudad cuenta
con una importante estructura educativa. Los niveles primarios secundario
y medio superior cubren a la creciente población, incluyendo
a los que siguen llegando del interior del país. En el nivel
superior hay instituciones públicas que destacan en el ámbito
nacional, como la Universidad Autónoma de Baja California y el
Colegio de la Frontera Norte; de prestigio entre las privadas figuran
el Centro de Enseñanza Técnica y Superior (CETYS) y la
Universidad Iberoamericana (UIA).
En materia de actividades culturales,
además de las que generan las instituciones mencionadas, está
el Centro Cultural Tijuana (CECUT), que ha venido a constituirse en
un emblema de la ciudad, por el impulso que da al arte y a la cultura
en sus diversas áreas.
Es altamente satisfactorio que los protagonistas
de ese movimiento cultural, que cada día cobra mayor fuerza,
son en su mayoría jóvenes nativos de Tijuana, que fueron
a prepararse a instituciones ubicadas fuera de la entidad y han regresado,
o lo han hecho aquí mismo, por lo que su quehacer artístico
e intelectual tiene el sello de su identidad tijuanense. Esto inclusive
ha sido elogiado por la prensa internacional.
Así, sintetizando al máximo
los sucesos, llegamos al término de esta historia mínima,
en la que se pone de manifiesto la capacidad que a lo largo de los años
ha demostrado la ciudad para sortear las distintas circunstancias adversas
que se le han interpuesto, encontrando invariablemente nuevas alternativas
con entereza y creatividad. Si eso ha sido siempre en el pasado, no
hay razón para que no lo sea en el presente y en el futuro. Esta
es la alentadora lección que nos da la historia.